Pere Rosell
Pere Rosell salió por la puerta grande de la escuela
cartográfica mallorquina. Sólo él consiguió que nueve de sus cartas le
sobrevivieran y le dibujaran, ya en la posterioridad, como el autor más
prolífico de aquella tradición. Sus best sellers cerraron, también, la nómina
de los grandes cartógrafos de la Isla a finales del siglo XV.
Su nombre, latinizado como Roselli, hizo creer a muchos que
era italiano. Pero Pere Rosell llevaba sangre mallorquina en las venas. Según
autores como Winter, era un judío converso nacido en la Isla y cuya actividad
le localizó en Palma –donde vivía en la zona de la Drassana– entre 1462 y 1474.
A finales del siglo XIII había surgido en Europa una nueva
cartografía con un claro objetivo utilitario. Los portulanos, como pasaron a
llamarse, eran un elemento fundamental para la navegación, y su auge llegaba
vinculado al uso generalizado de la brújula. Desarrollados en el área genovesa,
alcanzaron pronto a Venecia y Mallorca.
«Después aparecieron dos tipos. Uno puramente náutico, con
información costera y pensado para la navegación, y otro náutico-geográfico con
datos del interior y destinados a la biblioteca. Entre éstos últimos hubo
también algunos, muy decorados, que servían como regalos», detalla el
matemático y experto en Historia de la ciencia, Ernesto García Camarero. Dos
vertientes que cultivó la escuela mallorquina, caracterizada por la abundancia
de elementos geográficos e históricos.