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sábado, 29 de octubre de 2011

Hernández Morejón y el modélico Isla del Rey

Antonio Hdez. Morejón
1773-1836

Su llegada a Menorca fue un reconocimiento a su carrera. El éxito en la detención de una epidemia con la creación de un lazareto en la valenciana Serra de la Solana y el brote declarado en Mahón le llevaron a ser nombrado médico del hospital militar de la Isla del Rey. El mismo centro que luego se transformaría en el frente de las críticas más duras de su topografía médica. Un volumen que Hernández Morejón propondría, con todo lujo de detalles, la creación de un nuevo hospital.

La suspensión de la enseñanza de la Medicina en las universidades en 1799 truncó su carrera docente. Antonio Hernández Morejón, nacido en Alaejos (Valladolid) en 1773, había sido nombrado catedrático sustituto antes incluso de acabar la carrera de Medicina en la Universidad de Valencia. Aquel revés le convirtió en médico rural por distintas comarcas valencianas.

Fue con aquella nueva faceta con la que conseguiría un ascenso. Destinado en Onil, tuvo que hacerse cargo de una epidemia en la zona. Una situación que el médico resolvió con la organización de un lazareto en la Sierra de la Solana. El éxito conseguido y la declaración de un nuevo brote en Mahón llevaron al Tribunal del Protomedicato a destinarle al hospital militar de la Isla del Rey.




Llegó a Menorca en 1803. Sólo un año antes, y por el Tratado de Amiens, los británicos habían abandonado la Isla del Rey. El hospital militar se consideraba entonces el mejor del Mediterráneo, pero la impresión de Hernández Morejón no fue ésa. No se sabe cuándo comenzó a redactar su topografía médica, y de hecho sólo la primera parte sigue los principios clásicos del género. La segunda, como él mismo expresa, la dedicaría «a manifestar la mala situación e insalubridad del hospital».

La ubicación del centro fue, como ya había ocurrido con otros autores, uno de los aspectos más criticados por el médico. Hernández Morejón reseña todos los daños y gastos que suponían los traslados al islote. «¡Qué circunstancias tan favorables para convertir un ligero catarro en pulmonía!». Con el mar como obstáculo, cualquier tempestad dejaba al centro sin provisión de víveres –provocando un mayor racionamiento– ni vigilancia de los inspectores.

Dentro de su crítica constructiva, Hernández Morejón describe el proyecto de un nuevo hospital que resolvería todos los problemas. El médico señala el norte de Cala Figuera como la mejor localización para un centro en tierra, en el que compartiera la cercanía con los cuarteles y la distancia del pueblo.


«La forma más cómoda de distribución para un hospital militar creo que es la que ha presentado Bails y consiste en una estrella con varios rayos levantando en su centro una cúpula convergente», relata. El médico proponía que el edificio estuviera orientado al Levante y tuviera poca elevación. Asimismo, señala que las paredes deberían ser delgadas «ya que el grueso mantiene la humedad».

Sin embargo, el memorial de deficiencias del doctor no se queda sólo en el exterior. «Se cometen mil abusos que, si yo no los manifestara, haría una traición a la humanidad y al Estado», asegura. Junto al hacinamiento, la humedad era, el otro gran inconveniente que la topografía recogía sobre la Isla del Rey. «Cuando dominan los vientos meridionales las salas se ven mojadas como si hubiera llovido». Una situación que estropeaba jergones, víveres y medicinas y que empeoraba las dolencias de los pacientes.

«Para ahorrarse sirvientes y luces han embutido las habitaciones de enfermos», denunciaba Hernández Morejón. Según él, la separación entre camas era tan pequeña que apenas cabía un médico. El hacinamiento había provocado, además, numerosas confusiones en las recetas y diagnósticos. El vallisoletano recordaba que las ordenanzas permitían un máximo de 50 enfermos por doctor. Su nuevo hospital preveía un máximo de 500 pacientes y una «alcobita» para aislar cada cama.

Las confusiones y contagios llegaban también a la lencería del hospital. «La ropa de los enfermos se rolla sin lavarla ni fumigarla», describía el autor. Además de recomendar estas prácticas, planteaba la división por colores de las sábanas según las enfermedades contagiosas: verdes para sarnosos, rojas para calenturas, etc. La clasificación «evitaría inocular una enfermedad mortal a uno que fue a curarse de una ligera».

La higiene y la creación de una sala de consultas eran otras dos características que Hernández Morejón pretendía para su hospital modélico. En la entrada situaría una «sala de recibimiento» donde se examinaría a los ingresados y que incluiría un espacio de baños –igual que en la parte de convalecencia– para que los enfermos se lavaran las manos. 

La estancia del médico vallisoletano en Menorca duró sólo dos años. Alegó motivos de salud y se licenció del Ejército en 1805, cuando logró una plaza de médico titular en Soria. En 1806 Hernández Morejón presentaría su Topografía del Hospital de Mahón en la sede de la Real Academia de Medicina de Barcelona. El mismo volumen que el Institut Menorquí d’Estudis ha reeditado en facsímil. De nuevo, aquel trabajo mereció un reconocimiento con su nombramiento como socio íntimo.

Baleópolis nº 120   26-07-2011

HERNÁNDEZ MOREJÓN, Antonio. Topografía del Hospital de Mahón (edición en facsímil con introducción, publicado por el IME)

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