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miércoles, 31 de agosto de 2011

Salinas, el oro blanco de las Pitiusas

Antes de que Benito Pérez Galdós estampara su cara en los billetes de 1.000 pesetas el dinero era mucho más tangible que el papel moneda. En China el Estado pagaba a sus acreedores con vales en sal y en Roma el Imperio inventaba la palabra salario por el producto en el que cobraban sus legiones. En las Pitiusas, el oro blanco tiene más de 25 siglos de historia.

El poblado de Sa Caleta demuestra la presencia estable en Ibiza de grupos fenicios ya en el siglo VII a.C. Desde entonces, la historia de las salinas pitiusas ha ido paralela a la de todas las civilizaciones que han pasado por ellas: fenicios, cartagineses, romanos... Los musulmanes fueron los primeros en constatar su explotación; en el siglo XIII el geógrafo Al-Himyari escribía: «En Yabisa (Ibiza) hay una salina en la cual la sal no se acaba nunca».

«Desde el año 600 a.C. han funcionado prácticamente sin interrupción. Sin embargo la explotación fue muy rudimentaria hasta que en el siglo XIII se introdujeron las primeras mejoras técnicas», afirma el director de la explotación ibicenca de Salinera Española, José María Fernández


Hospital Isla del Rey, ir a urgencias en barca de remos

En cuarenta años la Isla del Rey pasó de un proyecto de Parador Nacional digno de protagonizar el No-Do a unas ruinas objetivo del equipo de investigación de Cuarto Milenio. Su aislamiento no fue suficiente para evitar el expolio que arrasó, incluso, con las vigas del edificio. Hubo que esperar hasta 2004 para ver la resurrección del hospital.

Algo de premonitorio tuvo la conquista de Menorca a los musulmanes en el siglo XIII cuando, para esperar al resto de su escuadra, Alfonso III hizo escala en aquel islote mahonés. Su visita terminaría por bautizarlo como Isla del Rey y sería una muestra de su posición estratégica para la Marina. Los ingleses fueron conscientes de ello y en 1711 el almirante Jennings ordenó la construcción de un hospital. «Fue el primero de Menorca y diseñado por el mismo arquitecto de los de Chelsea y Greenwich aunque destinado a las escuadras que recalaran en Mahón», explica el presidente de la Asociación de Amigos de la Isla del Hospital y ex jefe del Estado Mayor del Ejército, Luis Alejandre.

Aquel primer centro tenía una única planta y camas para 400 pacientes, más del doble de la actual capacidad del Mateu Orfila aunque, como detalla Alejandre, «por entonces no había ningún tipo de medicina primaria y la mayoría de los casos eran derivados al hospital». 


Can Joan de S'aigo: el tendero que se enriqueció vendiendo nieve

Quienes van a Ca’n Joan de S’Aigo dicen que hacer cola para tener mesa es parte del ritual. Pocos saben, sin embargo, que hace más de 300 años los mallorquines ya abarrotaban el local cuando Ca’n Joan era una sucursal de las cases de neu. La fama de sus quartos y su chocolate son sólo la punta del iceberg de su historia. ¿Quién no se ha preguntado de dónde viene el aigo de su nombre? Hay que remontarse a 1700.

«Joan fue el fundador, y se dedicaba a la venta de hielo y agua fresca que obtenían de la nieve de las montañas», explica Leonor Vich Montaner, sobrina del actual propietario. Antes de chocolatero Ca’n Joan de S’Aigo fue nevater. Junto a otros trabajadores de Selva y Caimari recogía nieve en la Serra de Tramuntana en invierno para destinarla al consumo en verano.

La primera referencia sobre estas neveras artificiales en la Isla aparece en la Història General del Regne de Mallorca, de Joan Binimelis (ver entrada), en 1595. Las cases de neu eran el depósito donde se almacenaba la nieve y se conservaba hasta su consumo. A veces era una sima o una excavación forrada de pedra en sec. Junto a ellas se levantaban pequeños edificios donde vivían los nevaters en la época de recogida. Su trabajo era todo menos fácil: primero transportaban la nieve hasta el depósito con palas y luego la pisaban durante horas –a menudo con los pies descalzos– hasta convertirla en hielo. El proceso se repetía para formar diversas capas separadas por carrizo; la última se cubría con sal, ceniza y ramas.


Enric Fajarnés Tur: el hombre que escribió la Historia de Baleares con una calculadora

Enric Fajarnés Tur
1858-1934

Ni los periódicos ni la política se entienden ya sin las encuestas. «La moderna ciencia de gobernar descansa hoy sobre la estadística», predijo Fajarnés Tur a finales del siglo XIX. En la lenta pero progresiva evolución de las Ciencias Sociales en España pocos habían vuelto sus ojos a las matemáticas. El ibicenco fue uno de los primeros en aplicar la objetividad de los números.

Se licenció en Medicina y Cirugía en Barcelona pero apenas ejerció dos años como forense entre Ibiza y Palma. Poco tiempo pero el suficiente para conocer el estado deplorable de la sanidad en el archipiélago: las autopsias se practicaban al aire libre y la polémica por la falta de unas condiciones mínimas en el hospital de su isla natal acababa por provocar su cierre.

En 1881 Enric Fajarnés Tur ingresaba en el cuerpo de Correos y, aunque compatibilizó ambas actividades durante un tiempo, en 1886 decidió no volver a ejercer como médico. «Su familia era de clase alta así que no necesitaba asegurarse una posición económica, pero Correos le permitió viajar. Orientó su faceta científica a la investigación y gracias a su profesión entró en contacto con instituciones de toda Europa», afirma el director del Centre de Professorat d’Eivissa y coautor –junto a Joana Maria Pujades– de Enric Fajarnés Tur. Entre la història i la demografia, Ernest Prats.


Fructuós Gelabert, el eslabón perdido entre los Lumière y Villaronga

Fructuós Gelabert
1874-1955

Cuando Hollywood llamó a Fructuós Gelabert él no dudó en rechazar la oferta. Le ataba a su Barcelona natal una doble responsabilidad: la de atender a su padre y a su hermana y la del desarrollo del cine en España. Nunca tuvo alfombras rojas ni Goyas honoríficos pero fue también el primer cineasta en Baleares.

Gelabert tenía sólo 22 años cuando –en 1896– llegaron a Barcelona las películas de los hermanos Lumière. Él –hijo de un carpintero mallorquín– quedó absolutamente fascinado con el nuevo invento. Sus conocimientos de mecánica y sus contactos con el cine le llevaron a construirse su propia cámara: un piñón, una excéntrica, un carro y una rueda dentada. 

El objetivo se lo prestó un familiar y la película la compró en Lyon. «Era una cámara copia de las de los Lumière, toda de madera y que, con sólo cambiar unas piezas, podía pasar de la filmación a la proyección», explica la licenciada en Historia del Arte y profesora asociada de la UIB, Catalina Aguiló.


Francesc Bonafé: el fraile que halló la perfección en una margarita

Francesc Bonafé
1908-1994

Fue un día, ya cumplidos los cincuenta años, cuando al agacharse Francesc Bonafé descubrió la Bellis sylvestris (margarita silvestre), mágica por florecer en invierno y carecer de hojas en el tallo. En aquel instante, en apenas un segundo, vio en esa flor el reflejo "de la perfección de Dios", el resumen de la maravilla de la naturaleza.

Bonafé no era botánico, sino fraile. Durante casi treinta años vivió en el convento de Sóller donde, además de confesar y dar la comunión, era profesor de Lengua y Literatura. Hombre austero, poeta místico y devoto de Ramon Llull. Josep Lluís Gradaille, director del Jardín Botánico de Sóller, explica que su interés por las plantas surgió "de manera accidental, como nos ocurre a todos los botánicos". Cuando hacía sol, Bonafé trasladaba sus clases al campo. "Su acercamiento a la naturaleza surgió como imitación de Ramon Llull y ese contacto le llevó a la afición por las plantas", afirma Gradaille.

Después de aquella primera margarita silvestre comenzó a elaborar un pequeño herbario en el que recogía todas las plantas que iba encontrando. "Las secaba entre libros porque aún no había prensas y aprovechaba las horas de la comida en el colegio para pegar los pliegos con nuestra ayuda", explica Gradaille que fue alumno de Bonafé. Junto a Jeroni Orell (ver entrada) y Llorenç Garcías creó un pequeño círculo botánico que debatía e intercambiaba especies.

Una de las salidas de Bonafé. / JOAN FRONTERA
A medida que aquella afición crecía, sintió la necesidad de clasificar las plantas que desconocía. "No tenía formación así que utilizó obras de Knoche (ver entrada), Mayre y Combis (ver entrada) Pero pronto se dio cuenta de que la última obra que podía utilizar databa de 1879 y que existía un enorme vacío bibliográfico". 


sábado, 27 de agosto de 2011

Ramon Margalef, el primer ecologista marino

Ramon Margalef
1919-2004

Los seis años que el ejército arrebató a la vida de Ramon Margalef acabaron en Mallorca en 1943. Fue aquí donde el científico se inició en el estudio de los organismos acuáticos con el que, años después, se convertiría en un referente mundial. Una faceta que pasó del análisis empírico y directo a un nivel superior de la biología y que sentó las bases de una nueva ciencia: la ecología. 

Su vocación comenzó como una afición en el huerto de aquella casa barcelonesa en la que nació en 1919. Descubrió el mundo de los insectos, aprendió a clasificar mariposas y se enroló en el Centre Excursionista de Catalunya donde aprendió la relación de determinadas especies con su entorno.

La Guerra Civil lo truncó todo. Tenía sólo 19 años cuando fue llamado a filas. Ramon Margalef redactó comunicados y crónicas con una vieja máquina de escribir y participó en la Batalla del Ebro antes de creer que terminaba su tiempo en el ejército. No sería así. Con el bando nacional victorioso, volvió a ser reclutado en la unidad de artillería. Franco preparaba la intervención de España en la Segunda Guerra Mundial del lado de Alemania e Italia. Pero nunca se haría realidad.


Rafael Oleo Quadrado, el enciclopedista botánico


Rafael Oleo Quadrado
1806-1878

Dicen que si no se hubiera empeñado en rescatar del olvido la Historia de Menorca, Rafael Oleo Quadrado sería más conocido por su faceta botánica. La misma que le llevó a estudiar Farmacia y a instalar botica en su Ciutadella natal. Quizás así, los trece volúmenes –con grabados de flora y fauna– de sus Noticias histórico-topográficas habrían visto la luz. Hoy siguen como un manuscrito inédito.

Nació en 1806 en el seno de una familia burguesa de Ciutadella que procuró la mejor educación para sus hijos. Obtuvo un bachiller en Artes en 1828 y, poco después, se trasladó a la Universidad de Valencia para estudiar Botánica. Allí, Rafael Oleo alternó su formación con las prácticas en el Hospital Civil de la ciudad.

Circunstancias personales le obligaron a trasladarse luego a Barcelona, donde finalizó sus estudios en 1838 con la tesis De combustione, que escribió y leyó en latín. Sólo un año después regresó, para quedarse de manera definitiva, a Ciutadella.


El hilo submarino de O'Donell

Más de mil kilómetros de cable telegráfico serpentean Baleares por tierra y mar. Son los restos de un proyecto casi faraónico que permitió a las Islas salir de su aislamiento a mitad del siglo XIX. Fue el gobierno del general O’Donnell el que decidió conectarlas con la Península gracias al telégrafo. Casi dos siglos después, los avances de la comunicación han condenado la madeja a una olvidadiza obsolescencia.

Fue el proyecto de los hermanos Brett de salvar el Canal de la Mancha y comunicar Gran Bretaña y Francia con el telegráfo el que desencadenó el fenómeno. Que el intento resultara poco duradero, como el de unir Europa con Estados Unidos, era lo de menos. La posibilidad de aislar los cables con una cubierta de alambres de acero –resistente al roce de las rocas y sumergible sin pesos adicionales– abrió la veda a las conexiones submarinas.

En España, una ley de abril de 1855 puso en marcha la primera red telegráfica. Tres años después, su implantación en la Península ya se había completado. Sin embargo, el paso de los ríos se había hecho siempre por encima de puentes. Un conflicto provocaría la instalación del primer cable submarino.


viernes, 26 de agosto de 2011

Los Guasp: la dinastía de impresores

Una vieja imprenta y más de 1.500 matrices xilográficas resumen en la Cartuja de Valldemossa la historia de los Guasp. Una colección –aseguran que de las más antiguas y valiosas que existen– legado de la saga de impresores más prolífica de Europa con cinco siglos de actividad.

La familia Guasp no pudo gozar del mérito de ser impresores pioneros en Mallorca. Ese honor correspondía a Bartomeu Caldentey y Nicolás Calafat (ver entrada) que crearon la primera imprenta en Miramar hacia 1485. Su negocio, sin embargo, no vería el nuevo siglo. Una desaparición prematura que subrayaría aún más los cinco siglos en activo de la saga mallorquina.

La dinastía arranca con el matrimonio del librero Miquel Navarro y Joana Guasp quienes, ante la falta de descendencia, se hicieron cargo del sobrino de ésta, Gabriel. Poco se sabe sobre cómo ese iniciador pasó de la librería a la imprenta. Según algunos estudios, Gabriel Guasp adquirió los instrumentos y máquinas de estampar fuera de la Isla para comenzar el negocio.


Philip W. Munn: el compilador de la avifauna

Philip W. Munn
1865-1949

Philip W. Munn llegó a Mallorca buscando un lugar en el que retirarse. Era 1918 cuando aquel marine inglés jubilado visitó la isla por primera vez. Bastó un año para convencerse. Aquella albufera alcudienca le demostró que había encontrado no sólo el paraíso para su vejez, sino el mejor escenario para su afición ornitológica. 

Aquí elaboró la primera guía de la avifauna balear. «Antes de llegar a Mallorca, Munn era como una figura fantasmal», señala el investigador y ornitólogo, Jesús Jurado. Nació en 1865 en Laverstroke (Hampshire, Inglaterra), la misma localidad en la que llegaría a ser directivo del banco local. El sobrenombre de Capitán Munn hace pensar que luego se convirtió en marinero.

Su vinculación con la marina mercante parece explicar sus primeros trabajos ornitológicos. «En 1892 ya era socio de la British Ornithologist’s Union. Dos años más tarde publicaba en su revista un artículo sobre las aves de Calcuta. Y, ya en 1905, editó The birds of Hampshire and the isle of Wight, un volumen de 400 páginas.

«Con el estallido de la Primera Guerra Mundial parece que fue absorbido por la marina militar», apunta Jurado. De hecho, una nota en el London Gazzette informaba en 1915 de su promoción como teniente provisional del 13º batallón del Hampshire Regiment.


Francesc Camps Mercadal: el médico folclorista

Francesc Camps Mercadal
1852-1929

Francesc Camps nació, como personaje, de un renuncio. Durante años creyó que su sueño era la medicina. Le había costado tanto llegar a aquella Universidad de Barcelona y salir como licenciado que pensó que, con su puesto como médico oficial de Es Mercadal, sentía colmadas todas sus expectativas. 

Su verdadera vocación surgió después, cuando las ofertas que recibía para trasladarse a la Península le hacían afianzarse aún más a aquella Menorca en la que había nacido. La culminación de su carrera le convirtió en un experto folclorista.

Nació en marzo de 1852 en el lloc de Sa Cova des Barranc d’Albranca: la finca en la que su padre era aparcero. Aquel Gabriel Camps fue el responsable de su primera educación hasta entrar en la escuela de Es Migjorn Gran. Fue a los catorce años cuando, bajo la protección del naturalista mahonés Francisco Cardona i Orfila (ver entrada), comenzó bachillerato en el Instituto General y Técnico de Mahón.

Francesc Camps había tardado muy poco en saber cuánto valía su formación. Había alternado sus clases de instituto con su trabajo en una tienda de materiales de construcción naval para costearse los estudios. En 1872, ya bachiller, contempló cómo su sueño de estudiar Medicina se diluía como el golpe de lucidez frente al oasis en el desierto. Resignado, volvió a la finca para ayudar a su familia en los trabajos agrícolas.


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