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domingo, 29 de mayo de 2011

Miguel Oliver Massutí: el mar, ciencia y política

Miguel Oliver Massutí
1918-2004

Tres años después de que el régimen franquista le desterrara profesionalmente a Vigo, Miguel Oliver Massutí consiguió incorporarse como director al Laboratorio Oceanográfico de Palma. Aquí fue el impulsor de las cartas de pesca del Mediterráneo continental, pero sería sólo el inicio de una carrera fulgurante que le llevó a ser presidente del Consejo General de Pesca del Mediterráneo en la FAO y secretario general de Pesca Marítima de España. 

Retirado de la vida política, volvió a Mallorca para culminar su currículum como presidente del primer patronato de Cabrera.

Oliver Massutí era, en realidad, catalán. Nació en Barcelona en 1918 pero no tardó en trasladarse con su familia a Felanitx, Mallorca. Allí, su padre se convirtió no sólo en el farmacéutico del pueblo sino en alcalde durante la II República. El estallido de la Guerra Civil en 1936 fue una debacle para ellos. La farmacia fue saqueada, la casa familiar incautada y el padre pasó un largo exilio en Filipinas. 

Miguel, que acababa de aprobar el ingreso en la Universidad de Barcelona, tuvo que interrumpir sus estudios para pasar ocho años entre prisiones franquistas, cuarteles militares y el campo de concentración de Tetuán (Marruecos).


Emil Racovitza: el viaje a la cueva del dragón ciego

Emil Racovitza
1868-1947

Desde que el hombre salió de las cavernas las leyendas consiguieron convertir esos espacios en morada de gigantes y monstruos. El solo nombre de las cuevas del Drach amenazaba con descubrir en su interior un horrible dragón de dos cabezas. Sin embargo, el primer animal que se encontró fue un pequeño crustáceo ciego y transparente. Una fiera insignificante descubierta por Emil Racovitza que dio origen a la bioespeleología moderna.

Convertidas en lugar de obligada peregrinación turística, las cuevas del Drach ya se visitaban desde el siglo XIX. Sin embargo ningún científico había entrado en sus cavidades para investigar más allá de las estalactitas con forma de palmera. Nadie desafió el misterio de las cavernas hasta que llegó Emil Racovitza.

«En aquella época los laboratorios oceanográficos de Europa estaban en contacto. El de Baleares invitó a Racovitza a hacer una visita a Mallorca en julio de 1904», explica el profesor asociado de Ciencias de la Tierra de la UIB y colaborador del Museo Balear de Ciencias Naturales, Ángel Ginés. Fue el propio Odón de Buen (ver entrada) –responsable del laboratorio balear– quien llevó a Racovitza a las Cuevas del Drach en una de sus excursiones. La trayectoria del científico rumano era ya abrumadora: doctorado en Ciencias en París había participado en la expedición oceanográfica Bélgica al Antártico.


Bartomeu Caldentey: un Gutenberg 'made in' Mallorca

Bartomeu Caldentey
1447-1500

Antes de que entraran en juego los derechos de autor y los libros perdieran su condición de tesoro, la literatura era cosa de copistas. Monjes y frailes dedicados exclusivamente al rezo y a la copia de ejemplares por encargo del clero, de reyes o nobles. Su trabajo podía durar diez años. Gutenberg lanzó una apuesta a ese mundo editorial: su máquina podía hacer decenas de copias de una biblia en menos tiempo del que un amanuense acababa una. En Mallorca sus homólogos fueron Bartomeu Caldentey y Nicolás Calafat.

Cuando Johannes Gutenberg habló de la imprenta en Alemania hacia 1450, el invento ya existía en China desde hacía años. No era el creador, pero sus aportaciones fueron fundamentales ya que sustituyó las tablillas de madera por caracteres de hierro, los primeros tipos móviles. En España la imprenta llegó primero a Segovia de la mano de Juan Párix y a Mallorca, de la de Bartomeu Caldentey hacia 1485. «Su característica fundamental es que había sido construida en la Isla y no se había importado de Alemania como ocurrió en otras ciudades españolas», explica el magíster de la Maioricensis Schola Lulística, José María Sevilla.


viernes, 27 de mayo de 2011

G. R. B. Horner: el estudio crítico del Lazareto


Gustavus Richard Brown Horner
1804-1892

Cuando G.R.B. Horner llegó a Menorca, hacía ya varios años que el puerto de Mahón se había convertido en la base invernal de la armada norteamericana. Él, cirujano, nunca trabajó en el hospital militar para marines. Pero sus estancias en la isla acabarían por convertirla en el centro de su topografía médica del Mediterráneo.

Más allá de las referencias de sus propias obras, la biografía de Gustavus Richard Brown Horner es casi un misterio. Nació en Virginia (Estados Unidos) en 1804 y, con sólo 22 años, consiguió el título de cirujano. El mismo 1826 en que se incorporó al Escuadrón Brasil y sirvió en Macedonia. Pasó un lustro hasta que, a bordo de la corbeta John Adams, llegó a Menorca.

En las primeras décadas del siglo XIX España firmó con el gobierno norteamericano un convenio por el que, con el pago de un cánon anual, el Puerto de Mahón se convirtió en su primera base naval en el Mediterráneo. Su Mediterranean Squadron pasó allí sus inviernos, localizó sus avituallamientos y reparó sus naves entre 1825 y 1848.


Rafael Saura y Eymar: un médico para la nobleza

Rafael Saura y Eymar
1813  -1871

En el Salón Capitular del Ayuntamiento de Mahón cuelga el retrato de un hombre tan interesante como desconocido. El currículum de Rafael Saura Eymar y el oscurantismo sobre su historia le convierten en un personaje ilustre más cerca de la leyenda que de la realidad. Con una infancia digna de niño prodigio acabó por asistir el parto de la hija primogénita de la reina Isabel II y los últimos días del general Prim.

Un artículo publicado en 1982 en Diario de Menorca es prácticamente la única fuente de información sobre Saura Eymar. La historia comienza poco después de su nacimiento en Mahón el 9 de diciembre de 1813. Dicen que su precocidad fue tal que con apenas tres años conocía perfectamente el abecedario. Entre la sorpresa y la admiración, el sacerdote Miguel Panedas le convirtió en su monaguillo ayudante.

En su formación, su talento llamó más a la preocupación que a la alegría. Sus profesores no se cansaban de advertir su asombrosa inteligencia y su imposibilidad de enseñarle más. Así que su infancia y adolescencia transcurrieron en una peregrinación por varias escuelas. Pese a que siempre le había interesado la medicina, estudió Leyes en Palma antes de dar el salto a Barcelona para formarse como médico.


jueves, 26 de mayo de 2011

Jaume Ferrer Hernández: el químico del queso y el mar

Jaume Ferrer Hernández
1883-1921

Junto al color de los ojos y el carácter, Jaume Ferrer heredó de su padre un cromosoma más: el de la pasión por la ciencia. Una vocación que Ferrer Aledo orientó a la oceanografía mientras que su hijo, versionando a Calderón de la Barca, enarboló el lema de «que toda la vida es laboratorio». Su obsesión por la química le llevó desde las profundidades del Mediterráneo hasta el interior de un queso mahonés.

Matraces, microscopios y cuentagotas formaban el hábitat natural de Jaume Ferrer. Nacido en Mahón en 1883, su relevancia como investigador comenzó ya en la universidad de Barcelona donde Odón de Buen –pionero en la oceanografía española– era catedrático de Historia Natural. Aún como alumno, Ferrer fue nombrado jefe de prácticas de Mineralogía y Botánica. 

Su trayectoria universitaria sería una evolución constante: catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Sevilla, doctor en Ciencias Fisicoquímicas y licenciado en Farmacia. En 1913, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, se formó en síntesis orgánica junto al profesor Sabatier.


1905: el eclipse que deslumbró Mallorca

Gautier durante las observaciones en Mallorca
El 30 de agosto de 1905 Mallorca se quedó colapsada. No era una Operación Retorno veraniega, pero sí la llegada masiva de viajeros de todo el mundo. Por un día todos desviaron su mirada de las playas para fijarla en el cielo. Miles de turistas científicos que esperaban el primer eclipse total de sol del siglo en la Isla.

1900. El siglo XX abre sus puertas con un eclipse total de sol que, aunque llegó a España, apenas fue visible desde Baleares. Sin embargo las predicciones astronómicas ya funcionaban, y los investigadores comenzaron la cuenta atrás para un eclipse que, un lustro después, prometía ser el centro de atención de los científicos.

«España vio la oportunidad de hacer progresar la astronomía. Entró en contacto con centros de medio mundo y se intentaron introducir nuevos estudios. El propio Observatorio del Ebro, en Tarragona, corrió para estar listo en 1905», afirma el investigador de Ciencias de la Tierra del Instituto Dom Luis de la Universidad de Lisboa, Josep Batlló.


Joan Bauzà Rullan: los peces que poblaron Muro

Joan Bauzà Rullan
1916-2004

Cuando Joan Bauzà Rullan llegó a Mallorca ya traía tras de sí una parte de la historia de la Isla: la de los sollerics que emigraron a Francia buscando un futuro mejor y que regresaron años más tarde. Casi un siglo después, la historia balear le reconocía como uno de los pioneros en la paleoictiología.

Nació en Marsella en 1916, hijo de una de aquellas familias sollericas emigradas al país vecino. Volvió a la Isla aún de niño y, aunque se sabe poco sobre sus primeros años aquí, se conoce que ya de muy joven comenzó sus estudios de mineralogía y química de manera autodidacta. «Era algo muy habitual entre los naturalistas. Bauzà Rullan se inició, como muchos otros, de la mano de Guillem Colom, un importante científico solleric. Sin embargo al especializarse en una rama muy diferente, sus caminos se separaron», explica la directora del Museu Balear de Ciències Naturals de Sóller, Carolina Constantino.

Poco a poco, Bauzà Rullan comenzó a orientar su trayectoria hacia la paleontología. Según Constantino, una especie de gran casualidad acabó por definir aún más su carrera. «En su búsqueda de fósiles se percató de que encontraba muchos restos de peces. Ese abundante material y el vacío existente en ese campo de estudio le llevó a especializarse en la paleoictiología», afirma la directora. Una disciplina dedicada a los peces fósiles.


Marcelino Gavilán Bofill: jinete, cirujano y otorrino

Marcelino Gavilán Bofill
1889-1981

En sus más de cien años de vida, Marcelino Gavilán Bofill apuró las prácticas médicas tradicionales del siglo XIX y asistió al nacimiento de la nueva ciencia del XX. Recorrió a caballo caseríos y aldeas de Valladolid y León como médico de familia antes de convertirse en uno de los pioneros en la consagración de la otorrinolaringología.

Nació en abril de 1889 en Mahón pero cuando –acabado el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza– decidió cursar estudios superiores, abandonó su Menorca natal para no volver. Valladolid, donde vivía su familia paterna, y su universidad se convirtieron en el nuevo objetivo. 

Un rumbo que definiría la vocación de Gavilán Bofill hacia la medicina y el abandono de la ingeniería. Tenía las cualidades perfectas para la profesión; no sólo una inteligencia asombrosa sino también una brillante habilidad manual. Dos virtudes que, conjugadas, eran la base perfecta para un cirujano. En lo formativo completaría el Premio Extraordinario de su licenciatura médica con un doctorado en la Universidad Central de Madrid y su tesis La raquianestesia.


Adolf Von Jordans: el paraíso de la ornitología

Adolf Von Jordans
1892-1974

Adolf Von Jordans fue uno de los últimos privilegiados que conoció Mallorca cuando aún era casi un vergel. Un paraíso perfecto para llevar a cabo su tesis: el estudio de la variabilidad geográfica en las especies ornitológicas y que plasmó en su tesis Die Vogelfauna Mallorcas.

"Hoy en día no habrá ninguna zona en Europa tan desconocida en el aspecto zoológico como España y las Baleares", escribió una vez Von Jordans. Había sido el Doctor Alexander König –zoólogo y mecenas de las ciencias naturales– quien le había abierto las puertas de la ornitología. En poco tiempo se convirtió en conservador del famoso Museo König de Bonn, centro que también dirigiría entre 1947 y 1957. Sin embargo fue el teólogo Otto Kleinschmidt quien le puso en la senda de la avifauna de zonas poco conocidas.

Con aquella inquietud como meta, el alemán empezó a recorrer Europa: Bulgaria, Sicilia, Creta... Su objetivo era analizar la variabilidad geográfica de las aves. El siglo XX vivía sus primeros años y el concepto de subespecie volvía a estar en apogeo. "Se especializó en taxonomía y describió gran número de subespecies, pero como no es una ciencia exacta se guía por tendencias y muchos de sus descubrimientos no han sido reconocidos por la comunidad científica", explica el también ornitólogo, Jesús Jurado.


Joan Ignasi Valentí: un pionero en la sombra

Joan Ignasi Valentí
1901-1936

Joan Ignasi Valentí se convirtió en un experto en literatura psiquiátrica. Desde sus obras fue uno de los primeros en hablar del papel de los trabajadores sociales en la España de los años 30 y de la necesidad de controlar a los menores con problemas mentales. Instalado en aquel nuevo Manicomio de Palma, ni siquiera estaba convencido de que la reclusión fuera parte del tratamiento. Pero su temprana muerte y la fama de su compañero de trabajo, Llorenç Villalonga, dejaron su nombre en el olvido.

Nació en Palma en 1901, ciudad en la que pasó toda su juventud hasta trasladarse a Barcelona para cursar sus estudios universitarios. Aún no quería ser psiquiatra, pero aquellas dos licenciaturas en Ciencias Naturales y Medicina marcarían más adelante su interés por la Neurofisiología y la vertiente biológica.

La cátedra de Higiene de la Facultad de Medicina de Barcelona –donde fue ayudante interino en el curso 1925/26– fue su primer contacto. La especialización llegaría poco después en el manicomio de Nova Betlem: una institución puntera fundada en 1857 por Giné i Partagás, uno de los padres de la Psiquiatría española del siglo XIX.


Ignasi Ribas Marqués: el químico exiliado

Ignasi Ribas Marqués
1901-1996

Había sido el discípulo destacado de Antonio Madinaveitia, tenía un currículum ejemplar y ya era bautizado por muchos como el mejor continuador de la escuela moderna de química orgánica, pero no fue suficiente. La dictadura franquista y su represión demostraron a Ignasi Ribas que contra los amigos del régimen nada podían hacer los méritos. Apartado de la primera línea de investigación, se encargó de probar que su ciencia no tenía nada que ver con la política.

Nació en Palma en abril de 1901, ciudad en la que estudiaría el bachillerato antes de dar el salto fuera de la Isla. Valencia y su universidad le permitieron licenciarse en ciencias químicas –una vocación que tenía más que asumida–, pero fue en la Universidad Complutense de Madrid donde se inició en la investigación. Allí se convirtió en destacado discípulo de Antonio Madinaveitia. «Él fue quien me enseñó la técnica de laboratorio necesaria para hacer química», explicó el propio Ribas.

Bajo la dirección de Madinaveitia, el mallorquín obtuvo en 1928 el grado de doctor con la tesis Estudio de los ácidos succinicos bisustituidos, el mismo año en que obtuvo la cátedra de Química Orgánica de la Universidad de Salamanca. París y el Instituto Pasteur fueron luego su nuevo objetivo con Ernest Fourneau como maestro.


Ramon Llull: teoría esférica de las mareas

Ramon Llull
1232-1315

Grecia, Roma y Egipto vivieron siglos de Historia y civilización a orillas del Mediterráneo. El comercio marítimo hizo que la cartografía se desarrollara desde muy temprano. La oceanografía, en cambio, sufría un gran retraso. Y cuando Ramon Llull escribió su Ars navegandi su explicación de las mareas fue sino científica sí pionera en el planteamiento.

El interés de Ramon Llull por el mar empezó pronto. Según algunos autores, fue el escritor medieval más antiguo que escribió sobre las cartas de navegar y los instrumentos de la náutica. Otros afirman, incluso, que dirigió la carta de Angelino Dulcert: la primera hecha en Mallorca y considerada una de las obras más perfectas del siglo XIV.

En 1934 Miquel Massutí Alzamora publicaba en la revista La Nostra Terra el artículo La teoria lul·liana de les marees. ¿Habría sido el Beato pionero también en la oceanografía? Ya Piteas en el siglo IV a.C. señaló la relación entre las mareas y las fases de la Luna, pero ni la náutica ni la cartografía habían llegado aún a la física marina.

«El Mediterráneo era el centro cultural de la época, pero las mareas aquí son demasiado pequeñas y no suponían un fenómeno tan importante como para ser estudiado», apunta el físico oceanógrafo del Institut Oceanogràfic de Balears, José Luis López-Jurado.


Josep Algué: el corresponsal del eclipse


Josep Algué
1856-1930

El gobierno estadounidense desplegaba un mapa de España sobre la mesa. Era 1905 y la coincidencia del Congreso de Meteorología de Innsbruck con el eclipse total de sol les hizo pensar que su comisionado, Josep Algué, pudiera participar en las observaciones. La oferta de la Compañía de Jesús y la falta de expediciones españolas en Mallorca, les hizo decantarse por la Isla en una campaña que impulsó la creación del observatorio astronómico del Seminario.

«Escribimos al Prepósito Provincial de la ilustre Compañía de Jesús, que ha respondido a nuestra expectativa y nuestras peticiones nombrando una comisión científia presidida por el padre Josep Algué», escribía el obispo Pere Joan Campins (ver entrada) en la Specola astronomica in Seminario. El edicto era la solicitud oficial para la creación de un observatorio en el Seminario de Sant Pere. Aquel anuncio de la llegada de Algué, uno de los mayores expertos mundiales en la materia, era una señal de buena suerte.

Además de un reputado astrónomo, Josep Algué era religioso, miembro de los jesuitas. Nació en diciembre de 1856 en Manresa (Barcelona) y ya en 1871 entraba en la compañía de Jesús. Sin embargo, la expulsión de los jesuitas de España le llevó a Toulouse. Regresaría a España para estudiar Humanidades en el monasterio de Veruela (Zaragoza) durante siete años, pero volvería a marcharse a la ciudad francesa para completar su grado en Teología.


Damià Carbó: el compendio ginecológico

Damià Carbó

Desde los albores de la Historia –cuando ésta aún se escribía entre textos sagrados– la mujer ha sido ensalzada por la facultad, el prodigio, de traer niños al mundo. Criaturas que se desarrollan con macerada lentitud durante nueve meses en el vientre de madres que aúnan todos sus miedos en el momento del parto. Tampoco hay película que se precie sin un parto imprevisto, un niño nacido de camino al hospital. No faltarán, entonces, espontáneos auxiliares. Sin saber que hubo un tiempo en el que las mujeres también eran las únicas facultadas para obrar ese milagro del nacimiento.

Las matronas fueron durante la Edad Media mujeres muy valoradas socialmente. Su oficio pasaba de generación en generación con la única formación de la propia práctica. Algunas tuvieron entre sus manos la responsabilidad del parteo de futuros herederos a la Corona. Para otros, también eran seres peligrosos por sus conocimientos en temas tabú para la época: aborto, esterilidad o virginidad. Temas presentes también en la primera obra de obstetricia en castellano aparecida en 1541: Libro del Arte de las Comadres o madrinas del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños, del mallorquín Damià Carbó.

«Es uno de los libros más importantes que tenemos en Mallorca, pero no por suponer una revolución científica, sino por haber recopilado todo el conocimiento que había sobre el parto. Conocimientos teóricos que provenían de obras extranjeras y de autores clásicos», explica la profesora de Historia de la Enfermería de la UIB, Gloria Gallego. Un saber teórico porque los hombres tenían vetada la entrada a los partos.


Francesc Hernández Sanz: superhéroe del patrimonio

Francesc Hernández Sanz
1863-1949

Con Francesc Hernández Sanz, Menorca perdió un médico pero ganó un prolífico historiador y arqueólogo. Abandonó la carrera de Medicina en Barcelona y, de vuelta a su Mahón natal y bajo la influencia de Llabrés Quintana (ver entrada), convirtió su talento como dibujante y su tesón como investigador en las armas para rescatar el patrimonio de la isla.

Nació en Mahón en junio de 1863, en el seno de una familia de destacados escritores e investigadores. Pero su orientación iba a ser, en un principio, otra. Estudió bachiller en su localidad natal poco antes de trasladarse a la Universidad de Barcelona para cursar la carrera de Medicina.

Francesc Hernández Sanz parecía decidido, pero pasaron sólo tres años hasta que abandonó sus estudios. El contacto directo con el sufrimiento de los enfermos le descubrió que aquella no era su vocación. Pese a su buen expediente, despidió su carrera y rescató aquella afición por la ilustración de su juventud y la transformó en su porvenir.


Howard Saunders: el ornitólogo costumbrista

Howard Saunders
1835-1907

Inglaterra se rindió a las aves en plena era victoriana. El propio Howard Saunders era un hombre de negocios hasta que la ornitología se cruzó en su camino. En 1862 decidió consagrarse al estudio de la avifauna española. En Baleares se convirtió en testigo del nacimiento de una ciencia que atraía a célebres ilustradores locales y a viajeros científicos.

Cuando Howard Saunders nació en Londres en 1835, su futuro profesional estaba prácticamente decidido. Recibió una educación privilegiada en escuelas como la del Doctor Gavin Smith, cerca de Brighton. Pese a que luego aseguraría que allí surgió su interés por la ornitología, inició su carrera de negocios –como dictaba la herencia familiar– nada más terminar los estudios.

Tenía sólo 20 años cuando emigró a Sudamérica para iniciar sus propio negocio. Vivió en Brasil, Chile y Perú durante poco más de un lustro. Cuando regresó a Europa en torno a 1860, algo había cambiado. En él y en su destino. Su Inglaterra natal descubría, tal vez como el propio Saunders, el interés por las aves. En plena era victoriana la proliferación de armas de fuego, la divulgación del concepto de historia natural y las colecciones de objetos naturales –como huevos o pieles– crearon una base sobre la que creció la nueva ciencia.


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